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Valores irreconciliables: Inmigración, islamismo y Occidente

Ayaan Hirsi Alí

  1. Occidente quedó en estado de shock el año pasado cuando, el 7 de octubre, Hamás asesinó y violó a más de 1.200 civiles y secuestró a 254 rehenes. Era previsible que la consiguiente guerra de autodefensa emprendida por Israel fuera condenada por Estados que patrocinan el terrorismo, tales como Irán. Pero lo que muchos no esperaban era ver las calles de las ciudades europeas y los campus universitarios de Estados Unidos repletos de ciudadanos celebrando la masacre.

2. Podemos distinguir dos grupos entre los participantes en estas extrañas protestas. El primero son principalmente estudiantes occidentales y activistas izquierdistas de toda la vida. Ambos han sido adoctrinados en un odio suicida hacia sí mismos y se dedican a apoyar causas islamistas que les matarían por apostasía u homosexualidad. Como bromeó Netanyahu con un juego de palabras que ya es casi un cliché: «los manifestantes [que] sostienen carteles que dicen ‘gays a favor de Gaza’ podrían también sostener carteles que dijeran ‘pollos a favor de Kentucky Fried Chicken’».

3. Konstantin Kissin entrevistó a un estudiante inglés que portaba en una de estas protestas un cartel que pedía «Una intifada socialista». El estudiante admitió no saber lo que significa «Intifada». Si hubiera sabido que «Intifada» significa un levantamiento violento para expulsar a todos los judíos de Israel, quizá se lo habría pensado dos veces. Si hubiera leído el pacto de Hamás antes de manifestarse en su favor, se habría topado con una cita de Hassan al-Banna, fundador de los Hermanos Musulmanes, que dice: «Israel existirá y seguirá existiendo hasta que el Islam lo borre, como borró a otros antes». Habría descubierto que rechaza «las llamadas soluciones pacíficas y las conferencias internacionales» por estar «en contradicción con los principios del Movimiento de Resistencia Islámica». Habría leído las declaraciones explícitamente genocidas del artículo 7, citando el notorio hadiz 2926 de Sahih al-Bujari: «La Hora no se establecerá hasta que luchéis con los judíos, y la piedra tras la que se esconda un judío dirá. “¡Oh musulmán! Hay un judío escondido detrás de mí, mátalo».4. Los izquierdistas occidentales que participan en estas manifestaciones son lo que los comunistas soviéticos habrían llamado «tontos útiles». A pesar de ser profundamente anticristianos, actúan como si tuvieran que expiar los pecados de sus antepasados. Esto los hace ideales para los islamistas, que quieren dejar a Occidente indefenso ante la Da’wah, la conquista ideológica del Islam. Los que niegan las violaciones y barbaridades de Hamás suenan como Walter Duranty, quien escribió: «Rusos hambrientos, pero no muertos de hambre» en el New York Times. Los apologistas occidentales de Stalin ocultaron el hecho de que entre cuatro y diez millones de kulaks ucranianos fueron asesinados durante el Holodomor. Duranty dijo de estas hambrunas en 1933 que «por decirlo brutalmente, no se puede hacer una tortilla sin romper huevos». Tal vez aquellos mismos occidentales izquierdistas, ricos y educados que excusaron los genocidios de Stalin, si fueran transportados a la actualidad, llevarían un kufiya y cantarían «Desde el río, hasta el mar». (sabiendo muy bien a qué río y a qué mar se refieren).

5. Me temo que este odio a sí mismos es tan profundo que, si sus familiares hubieran sido masacrados aquel día en Reim, encontrarían la manera de excusarlo. Solzhenitsyn explicó que había prisioneros en los Gulags soviéticos que sabían de su inocencia, pero confesaron crímenes que no habían cometido por lealtad a la ideología comunista. Contó la historia de cómo una hija escribió a su madre diciéndole que no se uniría al Komsomol si era encarcelada injustamente; pero que si era culpable, nunca volvería a escribirle. La madre, por lealtad al partido, le dijo a su hija que era culpable y que se uniera al Komsomol.

El testimonio de Solzhenitsyn desmontó las mentiras contadas por Duranty y expuso el verdadero rostro del imperio soviético.

Son muchos los disidentes del Islam que esperan que yo haga algo equivalente. En 1992 me embarqué en un tren con destino a los Países Bajos, para escapar de un matrimonio que mi familia había arreglado. También huía del encarcelamiento de la mente y de la represión del Islam que padecía por ser mujer. Tras el 11 de septiembre de 2001 me propuse advertir a Occidente de que no cayera preso de las recetas engañosamente tranquilizadoras de los multiculturalistas que abogan por aceptar e incluso dar poder a los islamistas en sus propios términos. Pero ahora siento que, tras el 7 de octubre, estoy lanzando las mismas advertencias que cuando los aviones chocaron contra las Torres Gemelas en 2001. ¿Cómo es posible que mi patria adoptiva no haya aprendido la lección?

6. Podemos encontrar nuestra respuesta atendiendo al significado de la palabra idiota. En la antigua Grecia significaba «una persona privada o un individuo». Es decir, alguien apartado de su civilización, de su familia, de su religión. Una flor sin raíces, destinada a marchitarse y morir. La palabra que usaba Roger Scruton para este tipo de gente era oikófobos: personas que repudian su herencia y su hogar. Gente que cree que considerar mejor la civilización occidental es estar «embaucados por ilusiones imperiales con el fin de justificar su dominación». Hay un dicho que dice que «no hay ateos en las trincheras». Pues parece que no hay oikófobos en Israel. Mi amigo Douglas Murray habla a menudo del inmenso valor que ha visto en los jóvenes israelíes que se alistan en las FDI, arriesgando sus vidas para defender a su país después del 7 de octubre. No están afectados por el mismo odio al hogar, la historia y el patrimonio que nuestros jóvenes en Occidente. ¿A qué se debe esto?

Larry Siedentop tiene un gran libro sobre los orígenes de las antiguas ciudades-estado. Explica que las ciudades se formaron a partir de tribus. Las tribus son un conjunto de familias que adoran a los mismos dioses. Los hogares eran templos a los antepasados. Las personas no eran individuos con derechos, sino miembros de familias, líneas ancestrales, tribus y ciudades-estado. Tu identidad no era tu raza, ni tu sexualidad, ni lo que te diferenciaba de los demás. Eran los lazos de sangre y creencias que compartías con quienes te rodeaban. Las familias se unían, se casaban entre sí y adoraban a los mismos dioses para expandir sus tribus y convertirse en ciudades-estado. La definición de ciudadano era «un hombre que tenía la religión de la ciudad». Ser apátrida era carecer de familia, de fe, de tribu: ser un idiota.

7. Hoy en día no hay idiotas en Israel, que se sustenta en una fuerte identidad colectiva. Israel procede de un pueblo diferenciado y tiene una historia que contar sobre su origen y su hogar. Han conservado ese sentimiento de ser una tribu, una familia, una fe, un Estado. Esto se ve reforzado por el hecho de tener enemigos que les rodean por todas partes. El escritor Paul Morland sugiere que ese es el motivo por el que Israel tiene una alta tasa de natalidad en comparación con Occidente. Explica que muchos judíos consideran que tener familia es un deber, para garantizar la continuidad del pueblo judío tras el Holocausto. El que fuera primer ministro Ben Gurión afirmó que, si los israelíes tienen familias numerosas, «no hay que temer por el destino de Israel». Frente a la amenaza de aniquilación, Israel ha encontrado el valor para seguir trayendo niños al mundo. Las amenazas que se ciernen sobre Israel desde el exterior no hacen sino reforzar su determinación. Es este sentido compartido de ser ellos mismos -como pueblo, con una fe compartida, en un lugar concreto- lo que da a Israel el valor para defenderse. Ese sentimiento de cercanía, de identidad compartida, hace que los ataques de Hamás sean aún más dolorosos. Debido al tamaño de su población, el 7 de octubre fue como tener doce 11-S a la vez. Si no podemos entender por qué contraatacaron, entonces somos nosotros los que no hemos comprendido bien.

8. El profesor David Starkey contó en una reciente entrevista cómo un amigo judío le invitó a la Pascua judía: «Aquí estaba este hombre […] convirtiéndose de repente en el sumo sacerdote en su propia casa, aquello me pareció conmovedor». En la Pascua, el padre de la casa retoma el antiguo papel de patriarca. Honra a sus antepasados contando la historia de su éxodo de Egipto. La familia come alimentos que les recuerdan las décadas de sufrimiento por su fe. Recordar los sacrificios de sus antepasados se convierte en algo inseparable del culto a Dios. Por eso Israel lucha contra Hamás: lo hace para defender la tierra de sus antepasados, para que sus hijos puedan heredarla.

Así es como Edmund Burke definió «sociedad»: «una alianza no sólo entre los que viven, sino entre los que viven, los que han muerto y los que han de nacer». Un conservador es alguien que busca mantener este pacto con sus antepasados y con sus hijos. Burke se opuso a la Revolución Francesa, porque buscaba disolver la sociedad en «un caos insocial, incivil e inconexo de principios elementales». Eso es lo que nos prometen hoy los socialistas y los idiotas útiles que apoyan la «Intifada».

9. Pero, ¿por qué hablan así los izquierdistas occidentales? Porque Occidente es débil. Me rompe el corazón decir esto de mi hogar. Mi hogar occidental. La civilización que elegí conociendo las otras alternativas. He llegado a amarla como si la hubiera heredado. Mis hijos son de este lugar y los educo para que estén agradecidos por ello. Pero otros, por ignorancia e ingratitud, han rechazado esa herencia. En lugar de eso, abrazan la ideología.

Mientras que Israel tiene una identidad premoderna que ha ido modernizando con prudencia, Occidente corre el peligro de adoptar una identidad posmoderna. Se ha vuelto tan escéptico que ya no puede justificar su propia historia, su propia cultura, su propia existencia. Se ha introducido una «hermenéutica de la sospecha» que nos obliga a cuestionar todo lo que consideramos bueno de nuestra cultura.

10. A los niños se les enseña una versión revisada de nuestra historia en la que somos los únicos culpables de los pecados del racismo, el colonialismo y la esclavitud. Se les enseña que sus antepasados son los culpables de todos los problemas del mundo y que los que tienen la piel de otro color estarían mejor si nunca hubieran interactuado con los imperios europeos. No se les dice que, según las Naciones Unidas, en la actualidad hay más de 40 millones de personas esclavizadas, entre ellas más de 15 millones en matrimonios forzados, justamente el destino que del que yo escapé. Uno de cada cuatro de esos esclavos son niños. No se les enseña que Occidente no tiene la culpa de ello. En Inglaterra, por ejemplo, no se les enseña que, durante sesenta años, los británicos utilizaron su armada para acabar con el comercio transatlántico de esclavos. Liberaron a 150.000 africanos de la esclavitud, para lo que 17.000 marineros sacrificaron sus vidas.

No se les enseña que 24 millones de africanos subsaharianos fueron vendidos como esclavos por otros africanos. No se les enseña que la trata de esclavos árabe comerció con entre 11 y 17 millones de esclavos, y que aún continúa. No se les enseña que los piratas berberiscos sometieron a más de un millón de europeos a la esclavitud. No se les enseña que los occidentales dedican con frecuencia sus innovaciones científicas, tecnológicas y médicas a salvar la vida de millones de asiáticos o africanos. No se les enseña el esfuerzo que se hacemos con las reparaciones que los países occidentales pagan anualmente en forma de ayuda exterior. No se les enseña acerca de todas las organizaciones benéficas y voluntarios que actúan en África y Asia, o entre otros lugares. Estas verdades se ocultan a nuestros hijos para hacerles odiar sus naciones y su civilización. La izquierda woke les habla de colonizadores y opresores, pero en realidad no tienen ni idea de quién está colonizando y oprimiendo a quién.

11. En 1961, Jruschov abogó por «guerras de liberación nacional» en todo el mundo. Desde entonces, los marxistas han librado una guerra contra su propia cultura en nombre de las del tercer mundo. Enaltecen las culturas extranjeras como superiores a las occidentales, con la esperanza de que aún no hayan sido corrompidas por el capitalismo y puedan inspirar una revolución. Como escribió el marxista anticolonialista Franz Fanon, «abatir a un europeo es matar dos pájaros de un tiro». Se mata al hombre y a su cultura al mismo tiempo. Por eso, como ya ha dicho el profesor Starkey, la declaración internacional de derechos humanos de la ONU fue subvertida por la Unión Soviética. El propósito pasó a ser proteger a las minorías; en la práctica, armándolas contra las mayorías europeas.

12. Así, nuestros jóvenes retrasan el momento de tener hijos, a menudo hasta que es demasiado tarde. Al contrario que en Israel, la distancia relativa de Europa y Estados Unidos a las realidades del Islam no presiona a su población para que asegure el futuro de sus naciones. Como no tenemos suficientes hijos, nos dicen que necesitamos inmigrantes para cubrir las vacantes en el mercado laboral. Como ya he escrito antes, esto es una fantasía. En los Países Bajos, el inmigrante medio procedente de Oriente Próximo, el norte de África, Pakistán y Turquía no es nunca contribuyente neto a lo largo de su vida. Tanto la primera como la segunda generación de inmigrantes cuestan a los holandeses 27.000 millones de euros al año.

13. En el Reino Unido, para cuando un inmigrante con bajos salarios llegue a los 81 años, habrá costado a los contribuyentes 465.000 libras. Sucede así con el 60% de los inmigrantes con visado de trabajo. El argumento económico simplemente no resiste un análisis serio. Pero se seguirá haciendo, siempre y cuando la tasa de natalidad de Europa se mantenga por debajo del reemplazo.

14. El argumento se basa en una visión optimista, pero ingenua, de que las personas son producto de las circunstancias. De que la gente se mueve por incentivos económicos, más que por la cultura o la religión. Que si ofreciéramos oportunidades y prosperidad a la gente dejarían de tener creencias tan retrógradas. No importa que los Estados del Golfo -Qatar, Kuwait, Bahréin- tengan inmensas riquezas y sigan practicando la esclavitud. El mero hecho de estar aquí, en Occidente, hará que la mirada de todos los inmigrantes se abra a las maravillas de la Ilustración.

15. Esta era la creencia al final de la Guerra Fría: que los Estados Unidos habían derrotado al «Imperio del Mal», la Unión Soviética, por la economía. Esto demostraba que la cultura occidental, la democracia liberal y el capitalismo eran superiores. Francis Fukuyama afirmó que habíamos llegado al «Fin de la Historia». Pero otras civilizaciones no estaban de acuerdo. El profesor Samuel Huntington, maestro de Fukuyama, respondió pronosticando un «Choque de Civilizaciones» entre Occidente y el mundo islámico. Cuando las Torres Gemelas quedaron reducidas a escombros, se demostró que Huntington tenía razón, y la historia comenzó de nuevo.

16. Pero Occidente se aferra obstinadamente al ideal de la utopía del Fin de la Historia. En lugar de replantearse cómo el liberalismo le cegó ante la amenaza emergente del Islam, trata de llevar el liberalismo a los musulmanes. Muchos neoconservadores pensaban que el cambio de régimen en Irak, Afganistán y Libia conduciría a revoluciones liberales como las que fundaron Estados Unidos. Su objetivo era una mezcla de la promesa de Woodrow Wilson de «Hacer el mundo seguro para la democracia» y la esperanza de que la democracia surgiera de las cenizas de la dictadura islámica. Ambos objetivos fracasaron; y ahora, importamos millones de personas de los lugares con los que entramos en guerra y suponemos que ninguno de esos inmigrantes nos guarda rencor.

17. Estas dos visiones (social-liberal y marxista) dan lugar a cifras récord de inmigrantes entrando en Europa. Así también importamos los problemas del resto del mundo a Europa. Muchos inmigrantes, especialmente musulmanes, viven cerca unos de otros, en enclaves, y empiezan a recrear las condiciones de los Estados fallidos de los que huyeron. Como escribí en mi libro Presa, hay calles en Londres, París y Berlín que ahora podrían confundirse con algún lugar de Argel, Mogadiscio o Lahore. A las mujeres no se les permite salir de casa sin vigilancia, sin cubrirse o hablar cuando «no les toca».

18. El segundo grupo en las manifestaciones que llevamos viendo desde el 8 de octubre del año pasado son inmigrantes musulmanes de primera y segunda generación. La prosperidad de Occidente no les libró de su antisemitismo. Por el contrario, los derechos humanos concedidos a las minorías les permiten hacer llamamientos a la Yihad y al genocidio de los judíos mientras son protegidos de las críticas por sus anfitriones europeos.

19. Yo llamo a esto inmigración «estúpida», porque no se presta atención a las diferencias culturales que se importan. Pero sólo los que promulgan esas políticas son deliberadamente ciegos a estas irreconciliables diferencias. Los islamistas lo saben y toman por tontos a los liberales europeos. Aunque logramos destruir a Al Qaeda, y más tarde al ISIS, Occidente permitió que millones de musulmanes entraran en sus países y empezaran a vivir en universos culturales separados de la población de acogida. No se ven a sí mismos como actores económicos. No aman a Occidente ni quieren descubrir su historia o contribuir a su patrimonio. Se ven a sí mismos como parte de un proyecto de Da’wah. Se trata de un esfuerzo mucho más insidioso para establecer un Estado islámico en Occidente mediante el lento crecimiento del Islam: a través de la conversión, de la inmigración, de la argumentación. Y me temo que la indiferencia liberal hacia la cultura y el odio a nosotros mismos que se enseña a nuestros jóvenes nos están volviendo impotentes para detenerlo.

20. El Islam sigue siendo la religión de más rápido crecimiento en el mundo. Los musulmanes constituyen una cuarta parte de la población mundial. Es la religión de más rápido crecimiento en Europa. En el Reino Unido, los musulmanes son el 18% de la población reclusa, y uno de cada cinco es un blanco converso. La población cristiana de Gran Bretaña se ha reducido a menos de la mitad, mientras que su población musulmana ha crecido hasta el 6,5 por ciento, en más de un millón desde 2011. Junto con el crecimiento demográfico, los musulmanes buscan representación política. En las elecciones generales de este año cuatro diputados fueron elegidos desde plataformas exclusivamente pro Palestina. Eran independientes, ya que aún no existe un partido formalmente musulmán. Pero hay organizaciones como The Muslim Vote, que intentan que la acción política basada en el Islam sea permanente. Con ello, el Islam avanza en un Occidente en el que el cristianismo y las culturas europeas están en retroceso.

21. Una de las maneras con que los islamistas utilizan las ideas liberales contra Occidente es mezclando antisemitismo e islamofobia. Desde 2005, una red de 700 empleados del Ministerio del Interior británico lleva trabajando con el fin de contratar más personal musulmán, «influir en los responsables políticos» y apoyar las «necesidades de los musulmanes». Un amigo periodista, Connor, me contó que han gastado millones en campañas de imagen pública tras cada atentado terrorista. Después del ataque del Puente de Londres en 2017, el gobierno pagó para enviar a un centenar de imanes al lugar para una vigilia, con el fin de que se tomaran fotos. Esfuerzos similares para mejorar la percepción pública del Islam se han sucedido desde 2011. Los grupos a los que consultan para combatir el «antisemitismo y la islamofobia» han sido acusados de tener vínculos con los Hermanos Musulmanes. Para quienes no lo sepan, la Hermandad fundó Hamás. Sin embargo, después del 7 de octubre, tanto las sinagogas como las mezquitas recibieron financiación para seguridad adicional. ¿Por qué Occidente no puede establecer una distinción entre judíos y musulmanes, cuando la mayor parte del antisemitismo no procede de los europeos, sino del Islam?

22. Hace veinte años me parecía porque los horrores del Holocausto habían hecho que Europa tuviera miedo de que la llamen racista. Recuerdo que el alcalde de Ámsterdam me dijo que no debíamos tratar a las minorías musulmanas en Holanda del mismo modo que Alemania trató a los judíos en los años treinta. Ni nosotros, ni tampoco los judíos que viven en el acogedor Occidente, podemos permitirnos esta confusión. Pero los islamistas saben lo débil que es Occidente ante acusaciones de victimismo e intolerancia, porque es la única cultura de la historia que se las toma en serio. Así que utilizan como armas los derechos humanos, la libertad de expresión y de religión, y la compasión casi patológica hacia los grupos minoritarios para promover la Da’wah. Y lo hace porque las élites occidentales actuales no comprenden -una y otra vez- los objetivos del islamismo.

23. Para que las civilizaciones choquen, hay que sentir que se tiene una a la que pertenecer. En lugar de ello, Occidente ha permitido convertirse él mismo en el campo de batalla de un enfrentamiento con el Islam, para luego renunciar a toda determinación de luchar. Trajo soldados de una causa extranjera y luego depuso las armas. Espera que la rendición sea recíproca. Pero no hay esperanza de asimilación con el Islam. En un número de la revista en inglés del ISIS, Dabiq, un ensayo titulado «Por qué os odiamos y por qué luchamos contra vosotros», decía: «El hecho es que, aunque dejarais de bombardearnos, encarcelarnos, torturarnos, vilipendiarnos y usurpar nuestras tierras, seguiríamos odiándoos porque nuestra razón principal para odiaros no dejará de existir hasta que abracéis el Islam». Estamos ante una ideología política que no comparte nuestra historia, nuestras creencias religiosas, nuestra cultura ni nuestras costumbres. No existe un principio común que sirva de medio para que muchos musulmanes acepten el modo de vida occidental.

Lo que se requiere para que un inmigrante se asimile es a menudo un rechazo total de su hogar, su religión y su antigua forma de vida. Por eso vine a Occidente, y por eso no soy el caso típico de inmigrante de hoy en día. Mi época de ateísmo fue ese largo periodo de rechazo. Con el tiempo, llegué a amar la historia y la religión de mi nuevo hogar. Mis hijos se han unido a su herencia. Ahora pertenezco a su historia. Me siento parte de esta civilización, que es una sociedad abierta, y estoy muy agradecida a quienes me han aceptado. Pero no puede decirse lo mismo de muchos emigrantes musulmanes, que solo se casan dentro de comunidades cerradas. Se les educa para que se consideren ajenos a su cultura de acogida. Ven a las personas que viven en Occidente como infieles a los que hay que convertir o ejecutar.

24. Lo que nosotros, como defensores de Occidente, debemos entender es que no somos de la misma tribu. Como ya he citado antes, hay versículos de antisemitismo genocida en las escrituras islámicas. No se puede decir que sea «abrahámico» si pretende exterminar al pueblo de Israel. Mientras que Jesús enseñó a los cristianos a no tirar piedras a menos que nosotros mismos estemos libres de pecado, Mahoma resucitó el castigo de la lapidación en Medina. Mientras que judíos y cristianos han aprendido a resolver su desconfianza mutua, no hay terreno común al que apelar con el Islam. No adoramos al mismo Dios. El Dios de la Trinidad no es el mismo Dios que Alá. No veneramos a los mismos antepasados. No tenemos la misma creencia sobre lo que es el bien. No tenemos una percepción común del sentido y el propósito de la vida.

Digo «nosotros», no sólo como occidental, sino como cristiana. Anuncié mi conversión hace casi un año. Al hacerlo dejé conmocionado a mi querido amigo, Richard Dawkins. Richard se ha autodenominado «cristiano cultural». Aunque le respeto mucho, no creo que baste con disfrutar del arte y la música del cristianismo mientras se ridiculiza la creencia en sus enseñanzas. He optado por suspender mis dudas para redescubrir esta gran tradición que ha funcionado desde hace casi dos milenios en Europa. Juzgue usted mismo: ¿dónde preferiría vivir? ¿En el Occidente cristiano o en la Casa del Islam? Son millones quienes votan con los pies.

Tras el redescubrimiento de lo que somos, a través de nuestra historia, debe haber un renacimiento de la fuente de nuestra legitimidad moral: del cristianismo. Sin el cristianismo, no tenemos ninguna razón para afirmar el carácter sagrado de la vida humana. Es lo que les ocurre a muchos o a todos mis amigos ateos. Cualquier apelación a los derechos humanos deja de tener sentido. Un humanista secular a lo más que puede llegar es a decir: «Espero que valga la pena proteger la vida humana».

Es por el principio de que estamos hechos a imagen de Dios que abolimos el comercio de esclavos. No nos embarcamos en aquella cruzada para defender los «derechos humanos». Lo hicimos porque no podíamos soportar ver a sus hermanos y hermanas siendo esclavos. Gracias al cristianismo, Lord Bentick luchó contra la quema de novias, el matrimonio infantil y el infanticidio en la India. Sin el cristianismo, no habríamos hecho las cosas que dan a Occidente el derecho a afirmar que es una civilización mejor que los brutales imperios del Islam o de la Antigüedad. Roma no habría dejado de enterrar los cadáveres de los recién nacidos en los burdeles ni de dejar morir a los bebés no deseados en los vertederos. El mismo Holocausto que queremos que no vuelva a repetirse no significaría nada si no creyéramos que la vida de un judío importa tanto como la de un gentil.

25. Hay quienes aún siguen afirmando que la razón y la ciencia pueden proporcionar una moral compartida para superar los conflictos religiosos. Pero como sus teorías aún no han demostrado cómo evolucionó la conciencia, esto es tan una declaración de fe como mi creencia en Cristo.

Y lo que es más importante: los islamistas no están interesados en negociar. Sólo funcionará una historia que sea tan convincente como la suya, que convoque a los espíritus de los occidentales para defender su tribu y sus tradiciones. El cristianismo me sacó de un periodo de profunda desesperación. Quizá pueda redimir también a nuestro deprimido Occidente.

26. Occidente debería aprender de Israel a ser consciente de su historia y de su misión. Como nos recuerda Michael Knowles, del Daily Wire, Europa tuvo su propio 7 de octubre. En 1571, el Papa Pío V reunió a las armadas española, italiana y griega para luchar contra el Imperio Otomano. Los Estados europeos se unieron, con una religión y un propósito comunes, para repeler a los invasores islámicos. Sin ello, Europa no habría tenido sus catedrales, su arte y su identidad.

27. Puede que haya pasado de moda pensar así, pero las guerras siguen siendo teológicas. La guerra de Israel contra Hamás, Hezbolá y otros aliados de los mulás de Irán es una guerra santa. La lucha de Europa por su identidad, contra la larga marcha del Da’wah a través de Occidente, es una guerra santa. Nuestra esperanza es que, igual que en el siglo XVI, tanto Israel como Occidente salgan victoriosos en esta lucha existencial por la supervivencia de nuestras tribus.

No permitamos que ganen los idiotas o los islamistas.

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RedaccionVozIberica

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