CAROLUS AURELIUS CÁLIDUS UNIONIS
Al revés de lo que ocurrió en Estados Unidos, Reino Unido o Australia, aquella masacre dividió a los españoles, en lugar de unirlos… y en lugar de enfrentarnos a Marruecos, con ZP nació la sumisión oficial al miserable de Mohamed VI.
Hoy se cumplen veinte años de medias verdades, de falsedades de ocultamiento de la verdad acerca de lo que ocurrió aquella mañana del 11 de marzo de 2004 en la que los españoles nos despertamos, nos desayunamos estupefactos, entre sangre, rabia y lágrimas. Aún no lo hemos olvidado, los actuales españoles y los que nos sigan no lo olvidarán -hagamos todo lo posible para que no se olvide- pues, a los españoles decentes ni siquiera nos permitieron despedirnos de ellos y casi tampoco pudimos hacer el duelo que merecían los casi doscientos inocentes muertos por la barbarie terrorista…
¿O tal vez fue «terrorismo de estado»?
Sin duda alguna, el actual gobierno sabe lo que de veras ocurrió aquella aciaga mañana pero no quiere revelarla. Hablamos de políticos tiranos y putrefactos, merecedores de que el pueblo les escupa y mucho más.
Fuimos obligados a admitir un relato falaz, mendaz prefabricado por quienes de veras estaban detrás de aquel autogolpe. Son muchos los que afirman que aquello que nos contaron fue una farsa urdida desde las cloacas del sistema, con el fin de cambiar el rumbo de España: su política, su moral y su idiosincrasia.
Son muchos, también, los que afirman que aquella masacre, la del 11-M fue el atentado de falsa bandera más espantoso de nuestra historia, sobre el que se ha tendido un velo de misterio, de censura, y en el que subyacen la traición y la cobardía.
Solo los regímenes corruptos, despóticos y cleptocráticos se atreven a ocultar a los ciudadanos las verdades que merecen ser desveladas, por terribles que estas sean. Los actuales gobernantes españoles, como los que les precedieron, conocen perfectamente qué ocurrió aquel 11 de marzo de hace veinte años, pero han decidido ocultarlo.
Hace veinte años el poder ejecutivo, el legislativo y el judicial; y los medios de información, creadores de opinión y manipulación de masas se pusieron a disposición de quienes de veras estaban detrás del atentado e «informaron» siguiendo sus directrices, adoptaron una postura genuflexa; aunque hay que reconocer, para no faltar a la verdad, para ser justos, que algunos medios de información se cuestionaron la mentira oficial y fueron beligerantes durante la instrucción sumarial y la posterior sentencia del juez Bermúdez. Pero transcurrido el tiempo casi todos acabaron corriendo un tupido velo, o sumándose a la versión política y socialmente correcta y dejaron de exigir más investigaciones.
¡Fue realmente vergonzoso!
Pues sí, aunque haya quienes afirmen al leer este texto, que desde VOZ IBÉRICA nos sumamos a los «conspiranoicos», no podemos dejar de afirmar que son, que siguen siendo muchos los españoles que están convencidos de que el atentado se perpetró para dar un vuelco a las previsiones electorales (para quienes lo hayan olvidado o lo ignoren, estaban convocadas elecciones generales, comicios que no se suspendieron…) e iniciar el hundimiento de España en todos los niveles. No existía la más remota posibilidad de que el PSOE ganara aquellas elecciones, pero ahí estaba el sumidero putrefacto del sistema para agitar la conciencia, o mejor dicho «el sentimentalismo tóxico» de los ciudadanos, y no hay método más eficaz que a través de la manipulación emocional.
Y… Rodríguez Zapatero, contra todo pronóstico, resultó vencedor en los comicios y con él España comenzó a deslizarse hacia la pendiente resbaladiza del disparate, del caos, de la putrefacción, del despilfarro… Situación a la que, más tarde, un tal Rajoy (gozando de una mayoría absolutísima como nunca le habían concedido los españoles a ningún gobernante) se negó a enderezar.
Rajoy fue una marioneta más, a través de la cual hablaban los globalistas de la agenda 2030, tal como haría un ventrílocuo, y fue puesto en el sillón presidencial para que continuara la labor destructiva iniciada antes por Zapatero y, ya puesto en faena para endulzarlo, blanquearlo, etc. Tal fue el periodo en que Rajoy estuvo al frente del Gobierno de España que no derogó ninguna de las leyes que había prometido e incumplió íntegramente el programa con el que ganó las elecciones generales del 20 de noviembre de 2011.
Tras el terrible atentado terrorista se procuró borrar todas las huellas, para que no quedara rastro alguno: destruyeron a toda prisa los trenes afectados, que podían haber sido fuentes de pruebas e indicios, y se «celebraron» unas elecciones irregulares, bajo la sombra del miedo y con los ánimos algo más que alterados, que abrieron las puertas del poder al socialismo.
Los atentados del 11 de marzo de hace veinte años condujeron a la muerte no sólo a aquellos 192 españoles asesinados impunemente, pero, también trajo la muerte a la Nación Española, a lo poco que entonces quedaba de decencia y por supuesto condujo a una absoluta perversión y podredumbre a los gobernantes.
Ocultar información a los ciudadanos españoles no sólo es corrupción sino un claro síntoma de tiranía, de despotismo totalitario y liberticida, pues un estado de derecho exige transparencia, verdad e información plena.
Los ocultamientos, las medias verdades, las falsedades que envuelven a los atentados del 11 M, además de crear suspicacias, inseguridad, desconfianza y miedo, provocan también inquietud, rechazo a los políticos, desconfianza en el poder y deterioro de la convivencia.
Aquel marzo de 2004 la derecha que entonces presidía un tal Aznar (un sobrevalorado José María Aznar) grogui, pasmada, embobada, perdió las elecciones y desde entonces no ha vuelto a levantar la cabeza y continúa empeñada en ser más socialista que los socialistas, más progresista y feminista que los social comunistas, aparte de ser sistemáticamente cómplice de quienes pretenden destruir España…
El sanchismo es la lógica consecuencia de aquellos días oscuros, opacos, de corrupción política, económica, judicial y moral que sucedieron a los atentados del 11 de marzo de 2004. José Luis Rodríguez Zapatero, aparte de arruinar económicamente a España, pactó con la ETA una aparente disolución, a cambio de nada, cuando ya estaba acorralada y que condujo al blanqueo de los terroristas y abrirles las puertas de las instituciones; acercó y puso en libertad a terroristas con delitos de sangre y pactó con los separatistas golpistas, prometiéndoles referendos bilaterales. La actual ley de amnistía, la deriva de la Justicia, la tremenda corrupción en todos los niveles es una consecuencia del zapaterismo. Zapaterismo que, insisto, Rajoy tuvo la oportunidad de eliminar e hizo todo lo contrario: preparó el camino a Pedro Sánchez y sus secuaces.
Durante los casi ocho años que Zapatero ocupó la presidencia del gobierno de España la sociedad española fue atacada en sus valores y sometida a un proceso de lavado de cerebro, fue alienada y le fueron inculcados falsos recuerdos, al tiempo que se recurría a la «damnatio memoriae», la condena al olvido de todo lo que guarda relación con la historia reciente de España: La ley de violencia de género, el lenguaje inclusivo, la ley de plazos del aborto, la de la eutanasia –que no se llegó a promulgar hasta la llegada de Sánchez—, la paridad, las cuotas, la educación para la ciudadanía, el anticlericalismo, la cristofobia, el empleo y la imposición de eufemismos, de un «neolenguaje»… fueron la constante de dos interminables legislaturas que causaron un daño irreparable; daño al que Mariano Rajoy no hizo nada por poner remedio.
Las actuales leyes distópicas del “solo sí es sí” o la Ley Trans son el resultado perverso del retablo de las maravillas (a la manera del entremés de Don Miguel de Cervantes) en el que estamos inmersos… y en el que nadie, o apenas nadie se atreve a decir que «el rey está desnudo».
No tengo nada claro que algún día se acabe conociendo la verdad, pero, lo que sí está claro es que aquello que fue planificado con premeditación y alevosía, e incluso tal vez con nocturnidad consiguió los objetivos que se pretendían y en España se produjo un golpe de estado y se emprendió el camino hacia el abismo y de forma presurosa.
Y, mientras tanto, muchos españoles seguimos preguntando;
¿Quiénes ordenaron y organizaron aquella masacre, el asesinato de 192 españoles aquel 11 de marzo de 2004?
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