El domingo pasado muchos esperábamos que ganase las elecciones Javier Milei en Argentina sin tener que ir a la segunda vuelta. No fue así. El resultado fue muy bueno, indudablemente, pero habrá que esperar a noviembre para saber el resultado definitivo. Sin embargo, e independientemente del resultado electoral, la campaña y las redes sociales demuestran otra tendencia: la vuelta del hispanismo a la Hispanidad. Ya comenté en otro artículo que las ideas que defiende Milei se basan en la Escuela de Salamanca y que fueron las que propiciaron tanto que Argentina fuera el país con mayor renta per cápita del mundo como el milagro económico español.
El domingo, Benjamín Santamaría publicaba un artículo en OKDiario en el que afirmaba que las ideas de Javier Milei vienen de Huerta de Soto y de la Escuela Austríaca. Algo incuestionable, que siempre ha hecho público Milei. Sin embargo, termina el artículo diciendo que «ahora, estas ideas cruzan el Atlántico y se presentan como alternativa en las elecciones de Argentina».
No se entienda este texto como un ataque a Benjamín Santamaría, ni a su artículo, sino que quiero reafirmar y expandir mi postura de que esas ideas no tienen que cruzar el Atlántico, sino que llevan ahí desde el Descubrimiento. Porque esas ideas, son las ideas de la hispanidad, como bien afirman el propio Huerta de Soto y Murray Rothbard, uno de los máximos exponentes de la Escuela Austríaca.
Las mismas ideas que propiciaron el imperio generador por antonomasia y una paz de tres siglos en todo el Imperio. Unas ideas que no fueron pensadas por los escolásticos, sino que estaban ahí, que formaban parte de pensamiento hispánico y que los estudiosos salamantinos se limitaron a recoger. Y esa es, precisamente, la grandeza de la hispanidad y de la Escuela de Salamanca: trabajar con los rescursos disponibles, observar y estudiar la realidad existente para hacerse compatible con ella. Compatibilizar el individuo con el entorno partiendo de la materia existente.
De ahí que la universalización del concepto de «persona» se dé en un marco donde el mestizaje fue siempre una práctica habitual entre árabes, judíos y cristianos. El derecho de gentes moderno no podría haberse dado fuera de un entorno de mestizaje. El mismo mestizaje que se extendió por ultramar prácticamente desde el momento del Descubrimiento. El mestizaje que permitió que todos los habitantes de España fueran iguales en dignidad, independientemente de su pigmentación.
Que el primer negro del mundo que estudió en una universidad fuera en España o que el primer negro del mundo que impartió clases en una universidad fuera en España no fue fruto de una lucha política contra un «racismo institucional» como ocurre en otras zonas geográficas. No, porque no puede haber lucha contra el racismo cuando no hay racismo.No puede haber racismo cuando el mestizaje es un hecho habitual.
El mestizaje no es la homogeneización de la sociedad, sino la riqueza de la diversidad. Y ese marco de competencia y colaboración es lo que lleva a la riqueza y la prosperidad. A una riqueza cultural que es lo que lleva la competencia entre idiomas, que llevó a la creación de la primera gramática del mundo, pero a la vez, la supervivencia de los distintos idiomas que todavía existen en la Hispanidad.
Tal como ocurrió con Juan Latino, el Concilio de Méjico de 1555 no fue una lucha contra ninguna opresión, sino una evolución natural de exportar a ultramar lo que era bueno en la península. Del mismo modo que la coexistencia de distintos idiomas era enriquecedor en la península se exportó a ultramar. Sin esa competencia no podría haberse dado el Siglo de Oro.
Competencia entre idiomas, entre tecnologías de pensamiento, pero también entre autores. Competencia y colaboración no sólo en el ámbito literario, sino también en las ciencias, en la filosofía, en la teología… sin disputas como la polémica de auxiliis no hubiera sido posible la Escuela de Salamanca. A la vez, sin la Escuela de Salamanca no podría haber habido disputas como la polémica de auxiliis.
Y ese mismo marco de colaboración y competencia fue el que propició el gran desarrollo científico e ingenieril español. No hubiera sido posible la talasocracia hispana sin la colaboración egoísta y descentralizada de miles de personas que hicieron posible los barcos que permitieron el descubrimiento de América o la circunvalación del mundo.
Como ocurrió en la literatura, que surgió de forma espontánea sin intervención política y gracias a que no existían las leyes de propiedad intelecutal, el desarrollo ingenieril y científico surgió de forma espontánea sin intervención política y gracias a que no existían las patentes.
Y es que, para circunvalar el mundo, no sólo hacía falta unos barcos que lo permitieran, sino una cartografía, unos aparatos de medición y, sobre todo, un gran conocimiento que permitiera acumular y criar alimentos y conservar bebida para poder alimentar a todos los que subían a esos barcos.
Sin injerencias políticas y con un marco de competencia y colaboración, la innata empresarialidad humana florece. Si, además, le acompaña una tecnología de pensamiento como es el español, con su carga memética arraigada en la materia, la innata empresarialidad humana se desarrolla para satisfacer las demandas del prójimo.
Una de las lecturas más claras que podemos hacer del mestizaje es que se produce porque la mujer hispana siempre ha decidido libremente con quién relacionarse. No es de la tribu. Es ella. Además, la gestión de la casa tradicionalmente ha recaido en la mujer, con lo que ello conlleva: educar a los hijos, enseñarles a leer, escribir, hacer cuentas… y llevar las cuentas de la casa. Por lo que, necesariamente, la mujer española ha tenido que ser una persona culta.
Culta y libre. Y, además, la que manda en casa. Esto, tan arraigado en el imaginario popular es lo que lleva a que todos los hitos y mitos fundacionales del hispanismo sean mujeres: la Virgen en general, pero la Virgen del Pilar, en particular, como patrona de la Hispanidad. La Reina Isabel, como la gran protectora de los judíos primero, y de los indios después. La que vuelve a unificar la España oriental e impulsa la España occidental junto a su maestra, amiga y consejera Beatriz Galindo. Doña Marina, como la madre del mestizaje hispanoamericano…
La historia de Argentina es un contínuo vaivén de amor y odio a la hispanidad. Coincidiendo siempre sus épocas de amor con las de prosperidad y las de odio con las de pobreza. Todavía sobreviven muchos edificios de la época en la que la actual Argentina formaba parte de la Corona Española. De hecho, la Iglesia de San Ignacio de Loyola, es la construcción más antigua de Buenos Aires. Y la segunda construcción más antigua de la ciudad es la Iglesia del Pilar, donde se venera a la Virgen del Pilar, patrona de la Hispanidad y que fue construida gracias al mecenas aragonés Juan de Narbona.
Para darse este hecho, no sólo es necesaria la voluntad de Juan de Narbona y las gestiones de Alonso Juan de Valdés Inclán para que en Buenos Aires haya una basílica del Pilar, sino que hace falta unas condiciones económicas para financiar la obra, una labor arquitectónica, una mano de obra con la suficiente calidad para que esos edificios perduren y una voluntad posterior para mantener las edificaciones.
También nos encontramos épocas oscuras antihispánicas que llevaron a las matanzas de indios en la Conquista del Desierto (1878-1885), con Nicolás Avellaneda y Julio Argentino Roca al frente. Recordemos que quien precedió a Nicolás Avellaneda y quien le nombró ministro de Justicia e Instrucción Pública fue Domingo Faustino Sarmiento, autor de «Facundo o civilización y barbarie en las pampas argentinas».
A esta oscura época le siguió otra de influencia salamantina con Luis Sáenz Peña y José Evaristo Uriburu que llevaron a que sólo diez años después del fin de la Conquista del Desierto fuera el país con más renta per cápita del mundo.
Después llegó el gobierno de Hipólito Yrigoyen (Unión Cívica Radical) y, con él, la Semana Trágica de Buenos Aires, con el único pogromo que ha habido en la Hispanidad y poco después, con Marcelo Torcuato de Alvear como presidente de la República Argentina, una nueva matanza de indígenas en la Masacre de Napalpí. Pensar contra España no es sólo pensar contra el libre comercio. Pensar contra España es pretender imponer violentamente la idea contra la materia. Y eso, irremediablemente, lleva a la masacre, como demostró Perón en la Masacre de Rincón Bomba.
Actualmente, si queremos leer sobre la Escuela de Salamanca, nos vamos a encontrar con multitud de autores argentinos: Carlos Rodríguez Braum, Alejandro A. Chafuen, Gabriel Zanotti, Juan Carlos Cachanosky… todos ellos autores argentinos que estudian a los escolásticos.
Pero, sin duda, la mayor defensa de la Escuela de Salamanca es Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina, de Juan Bautista Alberdi. No sólo por su defensa de la Escuela de Salamanca, sino porque ese libro fue la base sobre la que se objetivó la constitución que permitió a Argentina ser el país con mayor renta per cápita del mundo.
Incluso el propio Milei basa gran parte de su obra en los escolásticos. Dicho de otra manera: esas ideas no han tenido que cruzar el Atlántico, sino que siempre estuvieron ahí. Milei no inventa nada. Milei sólo estudia, observa y ve lo que funciona y lo que no. Es la grandeza de Milei. Es la grandeza de los escolásticos. Si el discurso de Milei ha calado es porque había una predisposición, un campo abonado en Argentina. Milei sólo ha regado el campo. Que no es poco.
Aunque no ganase las elecciones, aunque continuase la inflación y la pobreza cuatro años más en Argentina, el efecto Milei es la demostración de que una parte importante de la población argentina quiere volver a ser una potencia económica mundial, lejos de la intervención estatal, volver a producir, volver a inventar, volver a escribir… y, sobre todo, volver a ser útiles al prójimo.
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