CARLOS AURELIO CALDITO AUNIÓN
«Puedes engañar a todo el mundo algún tiempo. Puedes engañar a algunos todo el tiempo. Pero no puedes engañar a todo el mundo todo el tiempo.» Abraham Lincoln
Como bien sabe cualquier español que lea periódicos, impresos o digitales, u oiga los informativos de radio o ponga la televisión, en los últimos días se ha producido en España un hecho realmente bochornoso: el Partido Popular y VOX han apoyado una propuesta de los comunistas para excarcelar a los terroristas de ETA o rebajar su tiempo de estancia en prisión…
Dicen que los socialistas, comunistas, etarras y separatistas «los han engañado», y lo hacen para justificar que ninguno de los 170 diputados que suman entre ambos partidos, ni sus cientos de asesores, se hayan molestado en hacer una lectura atenta, comprensiva, exhaustiva, antes de acabar dando apoyo con su voto a semejante canallada… Y, no es porque no hubieran sido alertados pues, la Asociación de Víctimas del Terrorismo empezó a advertir de los planes de Sánchez hace dos años. A primeros de febrero de 2022, la AVT convocó una rueda de prensa en la que decían lo siguiente:
“Tenemos claro que el siguiente paso son cambios legales para derogar la reforma del Código Penal de 2003 que amplía los límites de las ampliaciones efectivas de las condenas hasta los 40 años. Quitar los elementos de seguridad para los terceros grados y la libertad condicional. Y descontar las penas que se hayan cumplido en Francia.”
La Asociación de Víctimas de Terrorismo repartió entre por doquier, y por supuesto entre los medios de información, un dosier en el que explicaba que «si el Gobierno cambia la ley para que se resten en España las penas por otros delitos de terrorismo cumplidas en Francia, hasta un total de 48 terroristas de ETA se podrían ver beneficiados con la medida, y les supondría una resta en sus condenas que sumarían casi 375 años de prisión».
A los diputados de VOX y PP les hicieron llegar más pistas, muchas recientemente, pues, si algo tienen los socialistas, comunistas, etarras y separatistas es que suelen hablar muy claro de cuáles son sus objetivos. La más clara de las pistas la ofreció el PNV, que del asunto del cumplimiento de las penas de los asesinos etarras sabe bastante. El portavoz nacionalista explicó en su intervención del pasado 17 de septiembre pasado, justo el día antes de la votación, que lo que la pretensión del Gobierno con la reforma recientemente aprobada, con el apoyo de PP y VOX, es “el efecto de que las resoluciones condenatorias anteriores dictadas en un Estado miembro deban ser tenidas en cuenta en los procesos penales posteriores celebrados en cualquier otro Estado miembro en la misma medida y efectos que si fueran propias”. Un par de minutos después incidía en la bondad de esta modificación legal, ya que se considerarán como propias las condenas penales en cualquier otro Estado miembro, «no solo para los efectos perjudiciales como el agravante de la reincidencia, sino también para los favorables al reo en su caso, y tanto en la fase previa al proceso como durante este y en la fase de ejecución de la condena».
Pues sí, en este asunto no caben excusas, no cabe justificación de clase alguna, los diputados de VOX y los del PP, con Feijoo y Abascal al frente, han sido cómplices de los socialistas, comunistas, separatistas y etarras en el blanqueamiento y la excarcelación y rebaja de penas para los terroristas de ETA. Si ha sido por imprudencia, por ignorancia -inexcusable- por negligencia, no están exentos de responsabilidad y no cabe perdonarlos. Eso si damos por supuesto que no lo han hecho por maldad, sólo cabe afirmar que son unos estúpidos analfabetos de los cuales no cabe más que esperar imbecilidades…
Carlo Cipolla (Alegro ma non troppo) nos dice que en la sociedad predominan cuatro tipos de individuos:
Inteligentes: benefician a los demás y a sí mismos.
Desgraciados o incautos: benefician a los demás y se perjudican a sí mismos.
Bandidos o malvados: perjudican a los demás y se benefician a sí mismos.
Estúpidos: perjudican a los demás y a sí mismos.
Los estúpidos, como los diputados del PP y VOX, predican lo que no se aplican a sí mismos; dan su opinión acerca de que ignoran, hablan ex cátedra sobre asuntos que no han estudiado; infravaloran a las personas sabias; desacreditan al intelectual; se burlan de lo que no comprenden o no entienden… En suma, no saben quiénes son, de dónde vienen, dónde están ni hacia dónde se dirigen. No solamente están perdidos. Son la personificación de la perdición.
En esta misma dirección, Carlo Cipolla subraya que siempre e inevitablemente cualquiera de nosotros subestima el número de individuos estúpidos en circulación… es más, los estúpidos despiertan en mucha gente el afecto y la simpatía, o, a lo peor, la conmiseración, pero no el enojo ni la crítica, y, a veces, hasta una secreta envidia, pues hay en los estúpidos de nacimiento y en los espontáneos de la idiotez, algo que se parece a la pureza y a la inocencia, y la sospecha de que en ellos podría estar agazapada, escondida nada menos que esa cosa terrible llamada por los creyentes santidad.
Una persona estúpida, como han demostrado en los últimos días los diputados de VOX y PP, es el tipo de persona más peligrosa que puede existir. Una persona es estúpida si causa daño a otras personas o grupo de personas sin obtener ella ganancia personal alguna, o, incluso peor, provocándose daño a sí misma en el proceso. E, insisto, en el caso de los diputados del PP y VOX, a estas alturas ya no nos debe caber ninguna duda…
Decía Erasmo de Rotterdam en su libro “el encomio a la estulticia” (mal traducido al español como “el elogio a la locura”) que “más vale tener gobernantes malvados que gobernantes estúpidos e ignorantes –por supuesto, mejor es tener buenos gobernantes- porque los primeros, los malvados, son previsibles: de ellos sabemos que sólo se puede esperar maldades. De los segundos, los estúpidos e ignorantes, nunca se sabe lo que nos puede llegar, puesto que, al ser ignorantes y estultos, son absolutamente imprevisibles”.
En la Lengua Española la palabra ambición (Del Latín ambitĭo, -ōnis, es el deseo ardiente de poseer algo que no se tiene, especialmente riquezas, fama, poder u honores o gloria), siempre ha tenido un significado peyorativo y se ha considerado que era propia de personas malvadas, ruines, viles, etc. pero en la actualidad ha pasado a ser sinónima del deseo de éxito, de victoria, de capacidad de aceptar retos, de luchar por lo que se quiere, de perseverar hasta conseguir determinados objetivos, de determinación al fin y al cabo y también de valentía (que no de temeridad).
Cuando se afirma con intención de criticar, que a alguien le falta ambición de alguna manera, también se está diciendo, poco más o menos, que es un deber, una obligación social e incluso moral ser ambicioso.
¿Qué manera existe para que la gente, de forma individual y colectiva avance para mejorar, prospere, sino siendo ambiciosa… cómo puede progresar la Humanidad si no es de forma ambiciosa?
En la actualidad la ambición es considerada algo imprescindible, o como poco necesaria, una virtud equiparable a la valentía y se considera que ambas van de la mano. Claro que, hay que estar alerta pues, siempre se corre el riesgo de un exceso de ambición y de valentía acaben convirtiéndose en codicia y temeridad y acaben creando, amamantando y haciendo crecer algo monstruoso.
¡Cuán terrible sería el mundo si todos los humanos fueran ambiciosos! De alguna manera, aquellos que no se sienten impulsados a tratar de lograr determinados objetivos, grandes metas, son y se sienten afortunados, hasta felices… no sienten que hayan fracasado, tampoco les quita el sueño el pensar que deben seguir hacia delante, mejorar… Estoy hablando de quienes se sienten contentos con su situación de confort, de tal manera que los que poseen ambición nunca se sentirán.
Por supuesto, tal sensación de conformidad, de satisfacción nunca ha tenido buena prensa; pero eso se debe a que los escritores, los periodistas, etc. pertenecen al grupo de los ambiciosos o escriben al dictado de ellos, como la historia está escrita por los vencedores, no por los perdedores.
Los ambiciosos tienden a considerar a los poco ambiciosos como revolcándose en la basura y el barro de la existencia ordinaria. Sienten desprecio hacia los poco ambiciosos, el mismo desdén que siente una persona lectora habitual hacia quienes nunca han leído un libro. Claro que, esta actitud está especialmente acentuada en los arrogantes, soberbios que han logrado un triunfo, aparente o real, de manera inmerecida, sin poseer ningún talento pues a veces también «triunfa» gente mediocre, ruin, cobarde, despreciable.
España, tal como afirmaba Joaquín Costa hace más de un siglo, es una meritocracia a la inversa. El actual régimen político selecciona a los peores y prescinde de los mejores individuos, de las personas componentes de la sociedad española. En el régimen caciquil oligárquico sólo triunfan los peores.
Joaquín Costa también añadía que el régimen caciquil posee un elitismo perverso que impide lo que más tarde Wilfredo Pareto denominaría «la circulación de las elites»; en el régimen caciquil los más capaces y los mejor preparados son apartados, es la postergación sistemática, la eliminación y exclusión de los elementos superiores de la sociedad, tan completa y absoluta, que el país ni siquiera sabe si existen; es el gobierno y dirección de los mejores por los peores; violación torpe de la ley natural, que mantiene lejos de la cabeza, fuera de todo estado mayor, confundida y diluida en la masa, en un rebaño servil, a la elite intelectual y moral del país, sin la cual los grupos humanos no progresan, sino que se estancan, cuando no retroceden.
Para que “triunfen los peores” es imprescindible que esté presente lo que los psiquiatras y psicólogos denominan “trastornos de mediocridad”, el defecto, la ausencia, o inhibición de la presión por la excelencia, en sus varios grados de intensidad.
La forma más severa, denominada mediocridad inoperante activa (MIA), es la forma más maligna, con exacerbación de las tendencias repetitivas e imitativas, exagerada apropiación de los signos externos de creatividad y excelencia, ansia de notoriedad que puede llegar hasta la impostura, (pretender ser algo que no se es) y, sobre todo, intensa envidia hacia la excelencia ajena, lo cual procura boicotear, o incluso destruir por todos los medios a su alcance.
El mediocre inoperante no siente inclinación por propiciar progresos de ningún tipo, y todo aquello en lo que participa suele estar condenado al estancamiento.
El mediocre inoperante produce y estimula maniobras repetitivas e imitativas, es más proclive al consenso que al descubrimiento, y prefiere lo trillado a lo innovador.
En la mayoría de los casos, esta enfermedad no tiene grandes repercusiones sociales, excepto cuando el mediocre inoperante ocupa puestos clave o de cierta responsabilidad (el mediocre inoperante suele estar bastante satisfecho de su inoperancia o pseudo creatividad, siendo las personas de su alrededor quienes sufren las consecuencias de sus actos) la organización que tiene la triste fortuna de tener a un mediocre inoperante en cabeza, empieza pronto a dar muestras de parálisis funcional progresiva, generalmente acompañada de hiperfunción burocrática, con la que se intenta disimular la falta de operatividad…
Cuando la mediocridad inoperante es severa, Mediocridad Inoperante Activa, el individuo afectado tiende a desarrollar fácilmente una gran actividad, inoperante por supuesto, acompañada de un gran deseo de notoriedad y de control e influencia sobre los demás, que puede llegar a revestir tintes casi mesiánicos. Cuando un individuo afectado de Mediocridad Inoperante Activa está presente en ambientes académicos, por otra parte, muy susceptibles a la infección por MIA, tiende a adoptar poses de maestro, sin ningún mérito para ello.
El MIA que tiene algún poder en puestos burocráticos tiende a generar grandes cantidades de trabajo innecesario, que activamente impone a los demás, destruyendo así su tiempo, o bien intenta introducir todo tipo de regulaciones y obstáculos destinados a dificultar las actividades realmente creativas/productivas.
Por otra parte, el Mediocre Inoperante Activo es particularmente proclive a la envidia, y sufre ante el bien y el progreso ajenos. Mientras que las formas menores de mediocridad inoperante presentan simplemente incapacidad para valorar la excelencia, el MIA procura además destruirla por todos los medios a su alcance, desarrollando sofisticados sistemas de persecución y entorpecimiento. Ni que decir tiene que entre estas formas de actuación destructiva se encuentra lo que se denomina “mobbing” o acoso institucional, o laboral, o vecinal, etc.
Este tipo de personas tienen una enorme capacidad para trasladar su toxicidad a otras, convirtiendo a los demás en idiotas improductivos. Si a alguien le suena excesiva la denominación, he de decir que no he encontrado otra que mejor defina a esta clase de ser humano (homo stultus, mejor dicho) no obstante de lo que sí tengo certeza es de que, si ya con leer estas breves líneas le vienen a la mente una o más de una persona, lo más probable es que estos consejos le sean de utilidad.
Me dirán ustedes que ¡Ojalá que también los tuvieran en cuenta quienes nos gobiernan, aunque algunos ya han sido contagiados del virus de la mediocridad inoperante activa! Prueba de ello es el comportamiento de los diputados del PP y VOX que han abalado con su voto la excarcelación y la rebaja de condenas de los terroristas etarras en los últimos días…
No cabe otra opción que apartarlos, pues es de suponer que no tendrán la decencia de dimitir, y correrlos a gorrazos por ser unos jodidos imbéciles, analfabetos, dañinos.
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