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¿Y si Rusia bombardea Kiev y conquista Ucrania?

Si Rusia invade Ucrania activaría una guerra civil que el cada vez más debil occidente “woke” no parece dispuesto a pelear. Eso lo sabe Putin.

GERARDO GARIBAY CAMARENA

El escenario no es tan descabellado como parecía hace unos meses: Cientos de miles de soldados de Rusia cruzan la frontera, mientras su aviación bombardea “objetivos estratégicos” en Kiev con el objetivo de someter al gobierno de dicho país y lograr que “voluntariamente” abandone sus alianzas con occidente y nombren a un nuevo presidente, alineado a la órbita del camarada Putin. O, incluso más dramático, que Ucrania entera “solicite” regresar al control de Moscú.

Suena absurdo. Después de todo, si el régimen de Putin se atreviera a esto, ello implicaría básicamente una declaración de guerra contra las potencias occidentales, empezando por los Estados Unidos y Alemania. ¿Cómo podría desafiar Rusia (con su PIB inferior al de Texas y apenas superior al de México) a los gigantes del mundo?

Y, sin embargo, algo muy parecido ya sucedió. En 2014, el ejército de Moscú invadió Ucrania, escondido bajo el tecnicismo de un “referéndum” y le arrebató a los ucranianos el territorio de Crimea, que hoy forma parte de la Federación Rusa. Occidente se enojó y pataleó, pero no pasó nada más. Putin se salió con la suya y Barack Obama se quedó mirando al vacío, sin más represalia que un puñado de sanciones simbólicas.

Y podría volver a ocurrir, especialmente si Ucrania y Georgia insisten en volverse parte de la OTAN, sellando su adhesión a occidente y consolidando su “traición” a los ojos del régimen de Moscú, que sigue viendo a sus excolonias comunistas como un área de influencia indispensable para su seguridad nacional y sus proyectos imperiales.

Pero el riesgo de fondo va más allá. No solo es que, especialmente Ucrania, tiene un peso simbólico, político y geográfico gigantesco para los rusos. También es que occidente se ve cada vez más indispuesto para pelear, en serio, una guerra a gran escala.

Si Rusia bombardea Kiev y conquista Ucrania, ¿qué haría occidente?

Este es el punto clave: Si Putin se decide y lanza a sus tropas en un ataque masivo, (similar, por ejemplo, a los de la guerra de Yugoslavia) ¿occidente estará dispuesto a pagar el precio político, financiero y militar necesario para detenerlo? Las señales van en sentido negativo.

Los ejércitos de Europa occidental están más o menos desmantelados. Justamente el principal reclamo de Trump a los integrantes de la OTAN era que no estaban invirtiendo ni siquiera lo mínimo para defender sus países, ya no digamos para mover una operación a gran escala en Ucrania. ¿Y Estados Unidos? Tampoco está de humor.

Apenas a mediados de año, la administración Biden salió literalmente corriendo de Afganistán, en un despliegue de incompetencia, cobardía política y fracaso peor que el de Vietnam en los años 70’s. Ni el gobierno, ni la opinión pública americana están dispuestos a meterse de lleno en otro berenjenal con visos de guerra civil, menos ahora que la inflación está en su nivel más alto de los últimos 40 años.

Y sí, dije guerra civil, porque la gran cantidad de filorusos en Ucrania transformaría casi de inmediato un escenario de invasión en uno de guerra civil donde el gobierno de Putin juegue el papel de “protector” de las minorías, como en Yugoslavia lo hacía Belgrado (asesorado por Moscú) para justificar sus invasiones como una defensa de los serbios en Bosnia y Croacia.

Entonces, para detener la invasión rusa, occidente necesitaría desplegar quizá unos 150,000 soldados; y para castigar en serio a Putin sería necesario movilizar muchos más, quizá alrededor de 1 millón, capaces de entrar en territorio Ruso, humillar al gobierno de Moscú y forzar un cambio de régimen. Y no sería una guerra “limpia” en campos de batalla, sino un conflicto urbano a gran escala, similar a los que devastaron la antigua Yugoslavia, con cientos de miles de civiles muertos.

En la era del internet, eso significa millones de videos con atrocidades de ambos bandos (porque las atrocidades son inevitables en la guerra), pero con una diferencia clave: la legitimidad de Putin no depende de ser “buena onda”, sino de ser poderoso, así que los videos de su ejército aplastando al prójimo lo fortalecen. Por el contrario, cada pequeño error del ejército americano se convertirá inmediatamente en un escándalo global, que erosione irreversiblemente la legitimidad de Biden y sus colegas de la OTAN.

Putin está en un estira y afloja con occidente. Si Rusia invade Ucrania, se estará jugando su gobierno.(EFE)

El límite de los drones

Bueno, pensará usted, pero Estados Unidos y la OTAN tienen drones y computadoras, pueden hacer una “guerra virtual”. Sí, pero no.

Efectivamente, Washington y sus aliados tienen una clara ventaja tecnológica y han desplegado exitosamente ataques a base de drones y misiles dirigidos, que además tienen la ventaja de minimizar bajas civiles, pero hay dos problemas: 1) Se cometen errores y esos errores se vuelven escándalos, y 2) Al final del día, las guerras no se ganan con drones, sino con botas sobre el terreno. Estados Unidos tiene muchos drones, pero el Taliban tiene Afganistán. Y Rusia es mucho más poderosa que el Taliban.

Eso nos deja con la otra arma del arsenal occidental: las “sanciones económicas” pero estas vienen con sus propios asegunes: en muchas ocasiones (Cuba, por ejemplo) pueden extenderse durante décadas sin resultados reales, y Rusia puede contratacar fácilmente donde más les duele a los países de la OTAN: en la distribución de gas para que los europeos sobrevivan al invierno.

Así que las “sanciones” acabarían siendo un mero postureo, y un precio muy accesible para Moscú, a cambio de Ucrania.

El tema de fondo es que las sociedades occidentales, protegidas en el capullo de la maravillosa paz internacional que hemos vivido desde 1945, están olvidándose cada vez más de una verdad incómoda: la violencia es un elemento inevitable de la existencia en todo el universo y particularmente de la naturaleza humana; aunque no es bonita a veces es necesaria.

Esto lo sabían nuestros abuelos, pero le dio vergüenza a nuestros padres y nunca lo supieron nuestros hijos, que condenan desde un TikTok las atrocidades del pasado. En consecuencia, los “woke”, veganos, animalistas, antiimperialistas y no binarios acumulan cada vez más poder, tanto en las calles y en los gobiernos de América y Europa, convencidos de que todo se puede resolver con cursos de género, tuits enojados y videos de celebridades con cara de estreñimiento.

Putin y Xi Jinping observan con ojos codiciosos a occidente y sonríen con sorna ante esa progresía y su “cancel culture”, que amedrenta en América y Europa, pero provoca risa en el resto del mundo. Para acabar pronto, mientras en América el zeitgeist se encarna en el concierto de Demi Lovato a unos fantasmas no binarios, el resto del mundo calcula, y eventualmente invadirá.

FUENTE: El American

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